jueves, 26 de julio de 2007

Son tantos los ojos con que me veo

Las nuevas gafas son mejores que las anteriores, y no porque lleven el sello de Carolina Herrera —a la cual ni le pongo rostro—. Hace bastantes años me fui al VisionLab de Sierpes a encargar unas nuevas; sólo quedaban días para el despegue hacia Quito (ese año tocaba, 2002, creo) y se me habían partido. Las nuevas de ahora son cuadradas, odio el cuadrado, pero la moda manda, no hay redondas. Redondas fueron entonces las de aquel año ecuatoriano, y de Paco Rabanne —tampoco tengo rostro para él.
Y son mejores porque veo mejor y, sobre todo, porque sortean mejor los caños de sudor que me invaden en el trabajo, sin aire a condicionado, sólo dos ventiladores atiborrados de pelusas, el uno gira, el otro también gira pero sobre sí mismo, un incordio.
Al son de música moruna, el teléfono suena una y otra vez: “Que me lo tienes que tener para el viernes”, el lunes sin falta” (fin de semana en la oficina), “hay que hacer el sobre esfuerzo”…
Y qué cojones, el fin de semana me largo a Extremadura, a contar bórregas,a pisar la mierda de los guarros, a contemplar la hemosura mirada de las vacas, a guisotear, a leer… a trabajar… el lunes… maldito lunes…
Las gafas nuevas, putas, se me clavan y ortopedizan.

No hay comentarios: